jueves, 26 de febrero de 2009

Consigna 2

Al citado nosocomio para plásticos
arribó Pinocho moribundo
un bandido asustapájaros malvado
lo agarró soñando y lo atacó.

Su facha no arrojaba duda alguna:
arrancaba con la nariz astillada
pasaba por la pata rota y dislocada
y una lastimadura interna y aguda:
su historia clínica lucía cual pantanal.

(CHORUS)

A un cirujano caduco llamaron con apuro
y con su anciana sabiduría
todo lo acomodó
mas avisó a los otros
plásticos hospitalizados
todo lo hago al puro gas
ya su corazón no da para más.

Pinocho yacía comatoso
todos lloraban por su alma vagabunda
ningún doctor sabía cómo localizar
algún bondadoso donador.

Al final arribó su haga madrina
y como Pinocho todavá no la contaba
aportó un corazón artificial
--un motor a cuatro válvulas a gasoil--
y Pinocho a carcajadas arrancó.

A un cirujano caduco .... (bis CHORUS)

Yael

-----------------

Nada disipa la calma. Pasillos, marcos y damas blancas. Aroma a alcanfor y pastillas salvavidas para cada garganta mansa. Junto a la sala, algunos fanáticos hipocondríacos pactan citas a futuro dibujando síntomas fantásticos. Uno guarda algo para sí, ha robado su historia clínica y busca cambiarla por otra sin mácula, garantizando asi la gran jugada: contagiar a alguna dama sin corazón su capricho amoroso hasta marcarla como brasa.

Aydesa

---------------------

Cuando atraigo mis plantas a las góndolas. Una vibra, dando facilidad a las cajas. Cada góndola atrapa con sus aromas, gustos, sonidos. No, una no anda difícil, todo lo contrario. No pongo onda para bancar la adicción. Soy hipnotizada y caigo, una y otra, sin parar.
No soy compradora compulsiva, ni mucho, ni poco. Nunca compro algo para no usar solo por gozar la pichincha. No, no, yo solo compro algo por gusto.
Ya habrán notado mi amor infinito por todo lo oral. Total un shampoo lava todo, todos son lo mismo, más bla bla bla, la propaganda, y lo mismo pasa con jabón para tocador, jabón para lavarropas, y ainda máis. Puro chamuyo.
Pará, ¡ojo! La gula, otra cosa, más pura. Ningún mortal morfa indistinto cacao con jugo vacuno y azúcar, budín, pan, jamón, lomito. Ninguno toma sodas azucaradas, birras, vinos... Casi todos usan su corazón. Nacida y organizada a lo largo, muchas horas. Años probando y gustando. Ahora la trasabilidad copa las góndolas, cazás productos y das con tu gusto, hasta podría una cumplir lujos como surcar los sitios y dar cara al trabajador, agraciado turrón. Tomo un vino y viajo, miro a lo ojos la viña y su cuidador.
Casi como abrir una arcada, si, al mundo, acaso amor al día a día alojado. Si soy atrapada por un psicólogo, conmigo acampa, arma un pic-nic. Todo morfi industrial, comida a modo sustitutivo, cariño sin arrivar. Más psicólogos, digan como gustan. Total hay cariño más útil para tirar, nunca agarrar. Y junto a lo dicho podrían surtir góndolas y Wallmarts, y ninguno compraría.. Lo ignoro, ahora si pongo coco, con una gran propaganda comprás buzón y un San Francisco todo por dos mangos.
Para los cupidos, al amor por la comida sabrán, la vibra colocada nos abraza cuando no provistos con vituallas, nos agarra la brutal pasión por comprar.

Roseanne

--------------------

Barrunto, así. Busco, por tanto, con uñas y caninos, araño olvidos allá al fondo, invocando al dios gurrumín, unos cajoncitos abarrotados con fotos cansadas, un pantanoso historial.
Asoma un lozano yo (camisolín a cuadros y alias tatuando mi corazón blandito) posando rojizo junto a la divina criatura, sus santos ojos color ámbar, sus labios carnosos y sus hoyitos a los lados.
Días dichosos, amor cándido, hamaca, tobogán y Gladis.

Adjunto foto.

Daniel R.

------------------

Un gordo amorfo yacía boca abajo soñando un bacanal pomposo, tragicómico y grasoso final para su adictiva vida.
Ojo, al gordo no lo conozco tanto, soy solo su doctor. Doy un diagnóstico frío con
análisis básicos, tacto, orina y radiografías. No hay dudas: años trastornados por alcohol y calorías.
Yo como su doctor (y casi su amigo) afirmo algo un poco íntimo: morir no lo conmovía
al gordo, ni la más mínima congoja. Solo imaginaba a diario una última y sabrosa visión: un choripán (adobado con chimichurri) viajando hacia su boca. Vino, mucho vino tinto. Pinot Noir lo ayudaba a olvidar por un rato su figura anquilosada.
Cada tanto lo imagino bailando con una Parca chocolatada como final burlón anticipado, pagando culpas dudosas por una gordura casi voluntaria. La gula nunca garantiza un final digno, todo lo contrario. Como doctor y amigo lo digo.
Junto a la cama un suicidio gastronómico (¿por fin?) lo alcanza. Análisis angustiosos lo ratifican: un gordo ha palmado soñando su última comilona: transfusión gastronómica para facilitar un final anunciado, su paso al más allá.
Soy imparcial, sin pasión y sin odio lo digo (murmurando junto al occiso): Gordo puto, cansino, ocultó las tortas bajo un sucio inodoro hospitalario para no compartir conmigo ni un solo trozo, ni una lastimosa porción.
Los gordos son así, ladinos, solo la comida los motiva. No sufran por su salud. Lo digo como su doctor, ya nunca más como su amigo.

Claudio

--------------------

Parirás sin dolor

Arribó casi con la criatura salida. No alcanzaron ni a lavarla, ni a rasurarla, ni a pasar una mínima gasita con alcohol como única profiláxis por su panza.
Parió a la chica rapidísimo. No sufrió. No hacía falta sufrir. Parir no pinta difícil hoy día. Hay mil drogas aliviadoras y más aún apuros administrativos para vaciar las salas y continuar con la labor infanto-productora.
La abrigaron con una sabanita limpia y la llamaron Cristina, como la doctora.
- Las vacunas, la próxima visita por mi consultorio privado.
- Si, doctorcita.
- Gracias por llamarla como yo
- No, al contrario, faltaría más. Vio lo igualitas?
- Si, si... Divina la gorda...

Paula

-------------------

Carlos, doctor honoris causa, acababa su discurso con una apagada ovación.
Había asistido al instituto, años atrás, y ahora lo habían invitado a adoctrinar a los alumnos con su alargado currículum. Aburría a todos. Hablaba sin ánimo moralizador y sin ninguna ilusión, y asi lo oían los chicos.
Sonó un himno, aurora, la misma rutina con los signos patrios, y todo concurrió con suma prisa. A ninguno había adoctrinado, ni a los adultos. Todo pasaba rápido y como una adormilada farsa.
Lo saludaban brazos ignotos y algunos sacudían su mano con un falso tono adulador. Toda una farsa patriótica.
Ana, su novia, soñaba con una cama tibia y una ducha vaporosa, y todavía aguardaba a carlos con los abrigos (un tapado, una bufanda, un cardigan azul) suspirando acostumbrada. Quizás, algún día, Ana daría los discursos y Carlos, aburrido y cansado la aguardaría. Y podría aplastarlo con abrigos y palabras vacías y sin razón.
Algun día, la vida cambiaría su curso y Carlos pagaría por todas las horas solitarias.
Los conflictos más rotundos son todos por pavadas.

Juan Duaca

--------------------

Hospital

Voy a visitar a mi tía. Cruzo un jardín abandonado. Camino por
pasillos sombríos. Hay murmullos, sonidos difusos. Hay caras largas,
mudas. Ojos mirando al vacío. Las visitas citan ominosos
diagnósticos.
Acostada boca arriba, mi tía mira la lámpara colgada.
- Hola Pochito.
- Hola, tía. ¿Cómo va la cosa?
- Así, así, mihijito.
- ¿Pasó García?
- Si, ya pasó, a la mañana.
- ¿Algún cambio?
- No, dijo lo mismo, todos los días lo mismo.
- Ajá.
Pausa.
- ¿Tu mamá? - dijo.
- Ahí anda, con sus nanas.
- ¿Camina un poco?
- Si, un poco.
Otra pausa.
- No doy más, Pochito.
- ¿Sufrís mucho?
- Si, ya no aguanto más. Morir. Ansío morir.
- No digas así.
- Digo así y no digo más nada. Chau, Pochito.
Otra larga pausa.
Salgo al pasillo. Voy a fumar tras los vidrios. Miro hacia Pi y
Margall. Otros fuman, al lado mío. Ninguno habla.

Octavio

No hay comentarios: