jueves, 26 de febrero de 2009

Consigna 6

TEJER CONJETURAS

Si hay una manualidad jodida e incomprendida, es la de tejer conjeturas. Porque las conjeturas en general no se dejan tejer fácilmente, y terminan teniendo poco basamento científico, es decir, se deshilachan al primer cuestionamiento.

Por ello los indicios o sospechas que forman parte de las conjeturas deben ser firmemente tejidos para robustecer la conjetura hasta el límite de que ninguna pregunta capciosa la vulnere. Para ello la elección de la aguja es el primer paso clave del éxito.

Las hay de 3 tipos, con una punta, con dos y a dos puntas circulares, dependiendo del tipo de conjetura que uno desee tejer. El grosor de la aguja está indicado por un número: más alto es el número, más gruesa es la conjetura.

Muchas veces en las etiquetas de las conjeturas, además de su composición de presunciones y suposiciones, está indicado el número de las agujas aconsejadas.

También puede variar el material de las agujas: las más comunes están hechas de aluminio, porque sueltan mejor los puntos conjeturales, mientras que las de plástico resultan más manejables y entonces más indicadas para los principiantes en conjeturas.
Las de madera, contrariamente a lo que se piensa, no se encuentran fácilmente en los comercios y duran menos porque se rompen con facilidad ante conjeturas firmemente argumentadas.

Parece una verdad de Perogrullo pero en general las conjeturas gruesas se trabajan con agujas gruesas y las finas con agujas finas. No obstante una conjetura que se precie de tal debe estar bien desarrollada, sin ningún componente dejado al azar. Aunque parezca paradójico toda conjetura debe tejer pacientemente un juicio u opinión que se deduce de indicios, sospechas o síntomas que cualquier abuela pueda comprender y traducir en un almohadón, guantes o un saquito tejido al crochet.

Por otra parte, para que una conjetura llegue a buen puerto, por ejemplo al Puerto de Santa Clara (podría también ser el Puerto Arroz o el Puerto Damero) habrá que trabajar todas las pasadas al derecho. Trabajando al derecho hay que tener el hilo siempre detrás de la conjetura (aunque se resista o se muestre arisca) y no hacia quimeras o vislumbres. De esta forma la conjetura va tomando una consistencia más lógica que la va haciendo alejarse de su naturaleza poco científica, de ser un mero atisbo.

No olvidar luego puntar la aguja derecha, por delante de la conjetura hacia atrás, en el punto en la aguja izquierda. Pasar el hilo de arriba hacia abajo a la aguja derecha y hacer deslizar la conjetura a través de la lanzada en la aguja derecha. Soltar de la conjetura (ojo esto no significa desistir de ella), aunque no parezca probable el éxito, el punto de la aguja izquierda. En la aguja derecha se habrá formado de esta manera el nuevo punto que hará que la conjetura pueda ser contrastada por todos los contradictores de tejidos que nunca faltan en lo telares o adyacencias a las industrias textiles.

Repetir el proceso tantas veces sea necesario hasta que la conjetura tenga una textura próxima a la realidad que la haga creíble aún para los más racionalistas y escépticos.

Claudio

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ABRIGAR ESPERANZAS

Hoy me gustaría componer una historia tanguera. Como es sabido, los tangueros son tipos muy esperanzados.
"Guardo escondida una esperanza humilde...", por ejemplo. O también : "Te acuné en mi pecho frío" (un gesto de esperanza). Y, siempre, el inmortal "Uno, busca lleno de esperanzas..."
Hace tiempo que veníamos hablando de esto con José. De esas charlas salió la decisión de poner aquel negocio, en el Abasto.

"La esperanza", ropa de abrigo para tangueros.

Ofrecemos echarpes para la esperanza de futuros cantores. Pulóveres gruesos, para los que encuentran bandoneones abandonados. Gorras de lana, para los que tienen el mate lleno de infelices ilusiones. Botas forradas, para los zorzales que caminan hacia su destino, con esperanza. Carteras de cuero para los débiles, a los que el tiempo les amansa la esperanza, o se las echa a rodar.
Pedacitos de paño, para recostarse en la vidriera y esperarla a ella. Abrigadas camperas neoyorquinas, para las esperanzas que sembró Nonino. Ponchos, para los que se despiden de la pampa en busca de la esperanza. Mortajas de rayón, para abrigar las esperanzas muertas. Saquitos para perros que le ladran a Dios. Frazadas, para la insomne esperanza de los que quieren volver. Pañoletas para las azucenas lejanas, que sólo hallan consuelo en las notas de un tango dulzón. Alfombras bordadas, para el viajero que no implora, que no reza, que no llora, que se echó a morir. Guantes, para recibir cada día la loca esperanza, la absurda alegría. Un tapado marrón, para cuando regresen sus pasos en las sombras de la pieza. Un vestido de otoño, con zapatos al tono, para la más papa milonguera. Pilotines azules para la garúa, cuando el cielo se pone a llorar. Cortinas de tejido espeso, para abrigar salones vacíos, después del baile, en los que sólo queda la esperanza.

En fin, un surtido completo para que ninguna esperanza tanguera quede a la intemperie.

Octavio

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PRESENTAR BATALLAS

Soy un completo inútil para presentar batallas. No se como iniciar una las veces que estoy enojado, no se como aceptar las veces que me proponen pelea. Y no es que sea cobarde, la verdad. Es que simplemente no me se como moverme en esos casos. No se que decir, no se como pararme. No tengo una mirada desafiante y me trabo a la hora de explicar los motivos de mi enojo.
Este problema fue solucionado por completo cuando conocí Osvaldo. Osvaldo, como bien señalaba su tarjeta negra con tinta dorada, especialista en presentar batallas.
Acudí a él gracias a un amigo, a quien en verdad hubiera querido romperle los dientes pero no supe como y terminó recomendándome a Osvaldo, quien me escuchó y me dijo que ya no tenía que preocuparme por eso, que el me asistiría hasta que tuviera la capacidad de presentar batallas por mis propios medios. Así fue.
Al otro día en la oficina, ya con Osvaldo sentado en mi escritorio, tuve la visita inesperada de Marcelo, ese pelirrojo insoportable de Finanzas que se burla de Racing como si a mi me causaran gracia sus chistes desabridos. Osvaldo, como buen especialista, no demoró en actuar. Incorporándose le estrechó la mano al tiempo que le pasaba una tarjeta negra con la inscripción: "O te tomás el buque o te rompo los dientes". Inmediatamente le pasó otra tarjeta que decía "che que linda esta tu hermana" y finalmente otra que decía "(Leer en voz alta) Tu mamá también".
Nomás escuchar que Marcelo decía eso en voz alta Osvaldo empezó a gritar que había hablado mal de mi madre, que eso en su barrio es pelea y que lo mejor que podía hacer era darle un castañazo en plena cara. Marcelo también estaba enojado, y yo me di cuenta que esto me gustaba ya que nunca había logrado hacerlo enojar. Entonces apreté el puño, tomé carrera y me estrellé contra una mano pecosa y enorme que me paró en seco y me tiro al suelo.
Cuando me desperté, María Paz, tan linda, me contó mientras me ponía hielo sentada en mi escritorio que a Marcelo lo había llamado el gerente para echarlo, y que un tal Osvaldo había dejado una factura sobre el teclado de la computadora, antes de irse repartiendo tarjetas negras con letras doradas para todos.

Juan

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SENTAR BASES

Sentar bases es muy importante.
Muchos filósofos han debatido sobre la clasificación de este tema, si es un punto estratégico o tan simplemente una oportunidad táctica.
Hasta los más sofistas han acordado que es un elemento prioritario y primordial; por ejemplo es un paso previo antes de sentar cabeza, caso contrario uno queda con el cúbito hacia arriba, con una azimut provocadora, generando una posición que se niega a sí misma. (Ver definición de paradojas, oxímoron y lenguaje corporal pág. 243 bis y 345 tris.)
Para poder sentar una base correctamente, es necesaria la flexibilidad de la misma. Bases demasiados rígidas tienen la imposibilidad de acomodarse en esa posición, salvo que ya vengan sentadas de fabrica, pero en ese caso, sirven solo a titulo decorativo, ya que no se pueden sentar (dado que ya están sentadas) es decir son estáticas y no responden a la dinámica del verbo, con toda la posibilidad contenida de una amenaza que puede ser concretada o no; llamada comúnmente en la terminología kantiana como la tensión del objeto, o según Sartre la libertad del no-ser-en-sí como potencia del ser.
Además de las cualidades prioritarias y flexibles descritas anteriormente, están en forma no menos importante las cualidades aplicativas y fundamentales, que si bien no demostraremos en este abstracto dejaremos de mencionar que tienen que ver con la cosa que se sienta. Es decir la base propiamente dicha. Pues sentar se pueden sentar muchas cosas, y en este caso no es el de sentarse como contraposición a la actitud de pararse o que vulgarmente llamada erección, sino mas bien en la posición final con respecto al resto del asunto. La base debe estar en una posición más elemental que el resto. El sentar tiene que ver con una actitud de reposo. Y es aquí donde aparece su relación con lo fundamental, porque están fundadas en lo básico; generando un pleonasmo recurrente y redundante que ni el mismo Zenón podría haber concebido como consecuencia de la negación de los diminutos infinitesimales.

Redondeando con la frase comensal,
La importancia de bases bien sentadas nos permiten abrigar esperanzas a la hora de ajustar detalles, pudiendo así tejer conjeturas para dejar plantado a cualquier patototero que intente presentar batalla con la sola intención de perjudicarnos.

Dani K.

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DEJAR PLANTADO

Yo creo que la perra es perra porque es perra y que la pera es pera porque espera.
La perra por perra, y la pera porque la han dejado plantada, ha crecido silvestre, ha florecido y ahora espera.
Y el que es pera, desespera. Claro.
Y qué es esperar, me preguntarán ustedes. Pues ya lo decía Barthes: esperar es estar enamorado:
"Estoy enamorado? Si. Porque espero. El Otro no es pera nunca".
Pero en esto Barthes se confunde, pues el Otro no es pera porque aún no ha sido plantado.
Yo considero que cualquier Otro llegaría a ser pera si se dieran dos condiciones:

a- Que lo planten
b- Que lo enamoren.

Pero qué hacer si el Otro es un Olmo? Porque bien sabido es el dicho de las peras y ese bendito árbol. Entonces, si del Otro que no es pera nunca y que es también Olmo por lo que por segunda vez no hemos de esperar peras, qué hacer?
Pues bien, lo que debemos hacer es tomar al Otro (que es Olmo) de semilla (pues los Olmos criados no se hierven al primer hervor y siempre es mejor iniciarlos de tiernitos) para luego germinarlo y plantarlo.
Una vez plantado, debemos enamorarlo e irnos. Es fundamental eso de “irnos”, porque de quedarnos, los que esperaríamos seríamos nosotros, que en realidad somos los que debemos manejar la situación y no el Otro que es Olmo (ahora enamorado) y que es quien debe convencernos de que es capaz de ser pera y paciente para así rebatir al dicho (a ambos dichos) y a Barthes, ese infeliz blablador que de tan ansioso se desenamoró un día de golpe justo justo delante de un semáforo y detuvo la espera paciente y enamorada y obvió éntonces al semáforo y novió la camioneta de la lavandería y...

Paula

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